Como les prometí, les relataré sobre otra tradición de la ciudad de Santa Clara relacionada con el Parque Leoncio Vidal. Ya les conté del movimiento diario de los totíes y hoy les voy a narrar sobre las personas que también fluyen diariamente a este parque.
Cuando conocí este vital lugar de la ciudad en 1969, ya la tradición de pasearse por esta plaza estaba bien arraigada, principalmente los fines de semana. Las personas van al parque, que es amplio, de una manzana de tamaño con una glorieta y un paseo circular que se camina una y otra vez. Unos van en sentido de las manecillas del reloj y otros en contra. Esto permite que en un momento determinado todas se puedan encontrar de frente cuantas veces quieran.
En las tardes de los fines de semana las familias llevan a los niños a pasear, a montar bicicleta o simplemente a que corran de un lado a otro. Ya al atardecer, cuando empiezan a llegar los totíes, hay como un momento de transición, de calma, de vacío. Es como si el parque se preparara para recibir la próxima oleada de personas que llegará poco después, en la noche.
Los asientos, bancos, son numerosos y cómodos pero casi inutilizables en las noches debido a las necesidades fisiológicas de los pájaros que duermen en los árboles cuyas ramas están precisamente sobre casi todos los bancos disponibles. Esto hace que la mayoría de las personas se encuentren en constante ir y venir por el ovalado paseo interior.
Cuentan los más viejos que hubo una época en que ese paseo estaba dividido por una cerca que delimitaba el territorio para el paseo de blancos y negros respectivamente, algo así como un apartheid criollo.
En mi última visita a este pintoresco parque, hace poco más de un mes, noté que la afluencia de visitantes, principalmente jóvenes, más que disminuir, había aumentado considerablemente. Me pareció, ya que fue poco tiempo el que estuve allí, que existían zonas especializadas. En algunas partes había más concentración de jóvenes, en otras personas mayores, más familiar, y en otra una concentración de personas con diferentes orientaciones sexuales y de género.
Lo importante es que la costumbre se ha mantenido, fortalecido y modernizado. El parque Leoncio Vidal sigue siendo un corazón social palpitante de la ciudad. Al terminar me viene a la mente la cantidad de amores que han comenzado o terminado en ese lugar, la cantidad de personas cuyo último paseo lo realizaron en ese parque y todas las otras que harán su primer paseo en este mismo lugar para así continuar la tradición infinitamente.