Me acomodo lo mejor posible, pongo los pies sobre el maletín para notar cualquier movimiento. El reloj marcaba las 11 de la noche. Siento unos toques en mi hombro, abro los ojos y veo el reloj marcando las 11:50 p.m. No me percaté de los 45 minutos que había dormido. Miro a mi derecha y ¡sorpresa! A mi lado estaba de pie una verdadera policewoman, igualita a la de las películas y los libros de texto con los que había estudiado. Me dice que tengo que salir de la estación, que van a cerrar en unos minutos. Me apresuro a explicarle mi situación. Le pregunto además sobre el nivel de peligrosidad de la ciudad para pasar una noche de sábado en la calle. Me responde que podría ir a la terminal de buses, que no cierra, y seguidamente me empieza a dar orientación para llegar hasta ella. Nombres de calles que no significaban nada para mí. Solo capté algunos turn right y turn left (doble a la derecha, doble a la izquierda) y con esa información y mi maletín negro me dispuse a comenzar mi viaje hacia la terminal. No sé aun como, pero en unos 15 minutos de andar por calles desiertas y oscuras, llegué a la terminal de buses. No me atrevía a entrar. Solo veía entradas que bajaban hasta el sótano de un edificio oscuro. Regresé sobre mis pasos. Ya la terminal de trenes había cerrado y me siento en una parada de buses que hay frente a la estación. Allí me acomodo lo mejor posible. El cielo aun con un color blanquecino. Pocas personas en la calle, la temperatura baja. No me siento lo suficientemente cómodo allí. Me dirijo a un edificio cercano, me siento en los escalones de entrada. Pongo el maletín entre mis piernas. Miro a mi alrededor: todo parece tranquilo. Me cubro la cabeza con el gorrito y la inclino sobre mis rodillas. Aun no habían terminado las sorpresas. (Continuará)